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14 JULIO 2020

Crisis vitales y Resiliencia

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¿Cuál es impacto emocional que se genera en un paciente cuándo recibe el diagnóstico de una enfermedad crónica? ¿Cómo lo afronta? Este acontecimiento constituye una crisis que es experimentada por cada persona de una forma única y diferente (en función de la valoración que cada individuo hace de su situación) pero que, en términos generales, tiende a desequilibrar su cotidianeidad, representa una amenaza para su bienestar físico y psicológico y altera su plan de vida.

Las crisis vitales son acontecimientos que suceden y hacen que nuestra vida cambie de repente. Implican un conflicto y nos obligan a tomar decisiones, que no siempre son fáciles, ni nos sentimos capaces de afrontar. Generan un estado de desorganización, que se caracteriza por la incapacidad de la persona para abordar situaciones particulares utilizando los métodos acostumbrados para la solución de problemas. No obstante, no necesariamente tiene que ser un suceso negativo en su totalidad. La forma en que cada persona haga uso de sus recursos individuales o de sus redes vinculares frente a esta situación, posibilitará que la misma se transite como un proceso de aprendizaje y crecimiento, o de conflicto y deterioro.

Las estrategias con las que cada persona cuenta para afrontar este acontecimiento, juegan un papel muy importante para el desenlace de esta crisis vital. Las mismas se pueden definir como formas de reaccionar y de comportarnos que vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida ante situaciones dolorosas o estresantes.

De esta manera, algunas personas pueden optar por estrategias como minimizar o negar los síntomas de la enfermedad, visitar distintos médicos para “comprobar” que el diagnóstico recibido es erróneo, negarse a hablar del tema, incurrir en pensamientos desiderativos, etc. Del mismo modo, otras personas emplean estrategias de afrontamiento más adaptativas, como buscar activamente información para aprender sobre la enfermedad, poner en marcha acciones que posibiliten el alivio de los síntomas o el aumento de la capacidad de control o buscar apoyo emocional en la familia, en los amigos y en profesionales, entre otras.

¿QUÉ ES LA RESILIENCIA?

Poder apoyarnos en estrategias adaptativas frente a situaciones que impliquen una crisis vital, nos va a acercar a uno de los factores protectores como lo es la resiliencia. Este concepto implica la capacidad que algunas personas tienen de enfrentar experiencias adversas, sobreponerse y salir fortalecidas, es decir atravesar esas crisis y salir lo más ilesos posibles, conservar la salud mental y responder a los desafíos que implica la crisis. Cabe aclarar que ser resiliente no quiere decir no sentir malestar ya que es esperable que aparezca el dolor emocional o la tristeza ante las adversidades de la vida. Es importante tener en cuenta que las crisis son temporales. Desde lo individual, tomar conciencia del dolor que estamos sintiendo, registrar las emociones y aceptarlas tal como se manifiestan, entender que tienen un sentido, que responden a una circunstancia y nos están hablando de algo que nos está pasando, es fundamental para cambiar, para fortalecernos y desarrollar nuestra capacidad para resolver y adaptarnos a las dificultades.

LA IMPORTANCIA DE LOS VÍNCULOS

Otro factor de protección a las situaciones de crisis son las relaciones afectivas, de cariño y apoyo, dentro y fuera de la familia, relaciones que emanan amor y confianza, que proveen modelos a seguir, lazos que fortalecen y nos hacen sentir en un terreno seguro para compartir el mundo emocional. Todas ellas benefician la adaptación a los cambios vitales. Frente al dolor necesitamos más que nunca una comunidad que nos acepte, nos respete y haga su aporte para darle un sentido a las situaciones adversas. Por lo cual, podría afirmar que el proceso de adaptación resiliente no es responsabilidad única del individuo sino del contexto socio ambiental en el que vive.

En un contexto social muy exigente y habitualmente tenso, es necesario realizar un esfuerzo mayor para reservar unos instantes, mirar hacia nuestro interior y analizar las experiencias propias. Generalmente, andamos apurados por la vida, fieles a la rutina, sin parar a descansar un rato, sin detenernos a observar, sin saber adónde vamos ni qué queremos hacer con nuestra vida… hasta que nuestro cuerpo nos obliga a parar en seco y puede significar una oportunidad para reflexionar, evaluar alternativas, promover la toma de decisiones, cambios y la reformulación de valores y creencias, para replantearnos qué es lo que queremos, hacia dónde queremos ir, más allá de las demandas de las personas y el contexto que nos rodea.

Para finalizar, pedir ayuda a causa de un sufrimiento psíquico es una alternativa válida, no es un sentimiento de debilidad sino de fortaleza, porque implica saber y aceptar que no estamos obligados a poder con todo solos y que, en ocasiones, necesitamos a los otros. De este modo, el trabajo del psicólogo se orienta a contener la angustia y brindar un espacio de escucha diferente, que pueda alojar el dolor y devolver un sentido distinto que disminuya el sufrimiento.


Nota por la Ps. María Pía Dacharry – Ineco Neurociencias Oroño

Publicada en Diario La Capital, Rosario, Julio 2020.